Suena el despertador. El oído se despierta abruptamente. Luego enciendes la luz y tu vista es la que se ve afectada. Sucesivamente todos tus sentidos se desperezan de una noche más corta de lo normal.
Es lunes, y tras el fin de semana toca volver a la rutina en la oficina. Pero tu oficina, como la de muchos otros no es una siempre oficina con mesas, sillas y ordenadores. Tu oficina es un campo de batalla, repleta de minas anti-persona, de aliados, de enemigos, de sargentos ineptos, de reclutas patosos, de héroes que a diario tratan de librar su propia guerra.
Porque en todas partes nos encontramos con pequeñas historias personales cargadas de realidad, repletas de matices que nos hacen a cada uno de nosotros seres únicos, especiales a nuestra manera y cada uno tiene su manera propia.
En tu oficina formas tu propia alianza, por afinidades, por modos de ver y de plantearte la vida. No es que seáis iguales porque siempre se puede discrepar, de hecho se debe discrepar para enriquecernos mutuamente, el debate lleva a la reflexión, la reflexión al conocimiento y el conocimiento a la sabiduría. Pero no todo el mundo está abierto a escuchar otro punto de vista y ahí es donde surgen tus propios enemigos dentro de los que deberían de ser tus aliados.
“Corrige al sabio y será más sabio, corrige al necio y será tu enemigo.” (Proverbio chino)
Pero es lo que hay. No le des vueltas, no te deprimas, no entres en ninguna espiral autodestructiva. No siempre se puede agradar a todo el mundo, ni tampoco se debe de buscar. Vive sin rencores y tu vida será mucho más sencilla y agradable porque en esta vida estamos sólo de prestado y el tiempo es tan fugaz que no merece la pena perder el tiempo con nimiedades.
Así que levántate, coge tu propio fusil y afronta tu día con valentía y honor junto a tus aliados, tus compañeros, los que incluso pueden llegar a ser tus amigos fuera del trabajo, aunque lo único que se puede aseverar sin miedo a equivocarnos es que ellos no dejaran nunca de ser tus compañeros de lucha desde la trinchera.